“La capacitación viene acompañada siempre de entrenamiento”, señala la docente y periodista Soledad Arréguez, en diálogo con La Izquierda Diario. “El desafío es poner en práctica las herramientas”.
El pasado 28 de septiembre, en el marco de la Semana de la ciencia y la tecnología en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), tuvo lugar el conversatorio “Periodismo de datos y fact-checking contra la infodemia”, organizado por la cátedra Periodismo de Datos (UNDAV) en colaboración con la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora.
La especialista invitada fue Soledad Arréguez Manozzo, licenciada en Periodismo, profesora universitaria en Comunicación Social (UNLZ) y especialista en Educación y Nuevas Tecnologías (FLACSO). Arréguez integra Datos Concepción, una organización orientada al periodismo de datos y la transparencia, y el Proyecto Desconfío, una iniciativa contra la desinformación. Además, es editora de la agencia de noticias AUNO de la UNLZ, donde coordina el equipo de periodismo de datos.
La Izquierda Diario asistió al conversatorio y aprovechó la iniciativa para entrevistar a Soledad, quien nos planteó su mirada sobre los nuevos desafíos del periodismo digital ante la avalancha de desinformación que infecta el nuevo ecosistema mediático, algo que se agudizó con la pandemia del covid-19 y la llamada infodemia.
“No basta con ir a un curso y saber que existen determinadas herramientas, sino que el desafío es poner en práctica esas herramientas”, nos dice. “¿Cómo se si esta fuente es realmente confiable o no? Creo que ahí está el trabajo periodístico y esto no lo puede hacer una máquina o un bot. Ahí está la experiencia, la expertise, el conocimiento que tiene un periodista sobre un caso”.
El impacto de las fake news, el periodismo de datos, Cambridge Analytica, las iniciativas contra la desinformación y el rol de las salas de redacción.
Desde hace algunos años que comenzamos a escuchar sobre las fakenews. Sin embargo, en la charla que diste en UNDAV señalaste que este término en realidad no refleja toda la complejidad del fenómeno. ¿Cómo prefieren llamarlo los que estudian estas patologías de la información? ¿Por qué la diferencia?
Los que estudiamos estos desórdenes o patologías de la información preferimos usar el término “desinformación” a fakenews, porque cuando hablamos de fakes a lo que hace referencia su traducción es el de noticia falsa, como si tan solo se tratara de piezas informativas de los medios (lo que entendemos por noticia). Nosotros vemos que este escenario es mucho más complejo. De ahí que tomamos la definición de un grupo de expertos europeos que define la desinformación como toda forma de información falsa, inexacta o engañosa diseñada, presentada y promovida intencionalmente para causar daño público o con fines de lucro.
Y acá hacemos la distinción en la intencionalidad en la creación y difusión de estos contenidos, porque entendemos que muchas veces estamos frente a un contenido que tiene errores que se generaron de forma involuntaria en su producción. Entonces ahí hablamos de “mala información”. En inglés contamos con términos que diferencian lo que es “misinformation” (contenido con errores involuntarios) a “disinformation”, que es esa desinformación que fue creada intencionalmente. Es decir, que se sabe falsa y busca generar daño o perjuicio.
Lo que nosotros entendemos es que si nos quedamos hablando de fakenews pareciera que solo se refiere a información de los medios, y aparece cada vez un contenido mucho más diverso, pensando en contenidos y formatos, de desinformación o de mala información. Podemos hablar de mensajes de Whatsapp, placas, audios, videos que han sido manipulados o, incluso, por qué no, de memes. La posibilidad de crear y producir contenidos cada vez mucho más variado en sus formatos hace que este universo, este ecosistema, cada vez tenga más especies, más diferentes posibilidades de generar piezas que lo que hagan, en realidad, es dañar o contaminar este ecosistema de la información.
Son conceptos nuevos de lo que se está hablando. Vos en la charla también hablaste de la infodemia. ¿Cómo apareció este concepto y a propósito de qué?
Cuando nosotros hablamos de desinformación, este es un concepto que investigadores ya vienen trabajando desde años anteriores. Sobre todo, se venían haciendo estudios y bastantes campañas en contextos electorales. Entonces, lo que veíamos era frente a un proceso electoral, distintos proyectos u organizaciones que generaban algún tipo de alianza para hacer trabajos de fact-checking o periodismo de datos para poder verificar todo ese contenido que comenzaba a circular durante los meses de las campañas electorales. Y esto en diferentes partes del mundo.
En el periodismo siempre hubo noticias falsas o engañosas. ¿Por qué hoy es un gran tema de debate incluso en la academia? ¿Qué es lo realmente novedoso?
Esa es una buena pregunta, porque también sucede algo similar cuando hablamos de periodismo de datos, porque el periodismo siempre trabajó con datos. Es cierto, noticias falsas hubo siempre y datos falsos también…
Y siempre hubo que corroborar la fuente de información.
Exacto. Las reglas o principios del periodismo que hay que mantener y seguir trabajando. Lo que nosotros vemos es que estas noticias falsas o, como decíamos antes, el pescado podrido, las cortinas de humo, el nombre que uno les quiera dar, estas campañas ya existían, pero el contexto de la información es otro. Y en esto, tenemos que ver cuál ha sido el impacto de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación al momento de producir contenidos. Vemos que por un lado hoy tenemos no pocos emisores, como había antes, sino muchos. Hablamos de un modelo particular donde hay gran cantidad de emisores, de actores, de voces en este ecosistema y que además la velocidad de transmisión de estos mensajes es mucho más rápida.
Entonces vemos que hoy no son solo los medios, por ejemplo, los que producen contenido. Hoy también hay millones de usuarios en línea que continuamente están creando piezas informativas. Y acá viene la complejidad. No es solo el artículo que puede publicar un medio, sino que estamos hablando de otra gran cantidad en los diversos formatos de piezas que se van generando a través de estos espacios web, en las diferentes plataformas. Entonces, el fenómeno existió siempre, estuvo presente, pero hoy ese fenómeno toma mucha mayor vigilancia y adquirió otras características a partir de esta nueva arquitectura, de este nuevo escenario, donde nos toca trabajar a los periodistas y comunicadores. Por eso nosotros decimos que hay que comprender este fenómeno porque cambia la dinámica a la hora de informar.
En la charla comentaste sobre el estudio de la Consultora Gartner que indica que para el año 2022 la mayor parte de los ciudadanos de los países desarrollados consumirán más información falsa que verdadera. ¿Toda esta información falsa obedecerá a una intencionalidad? ¿Cuál es el peligro y el real impacto en la sociedad?
Lo que dijo la Consultora Gartner hace unos años fue justamente dar ciertas predicciones a partir de las tendencias que se observaban en el escenario digital. Una de esas tenía que ver con esta realidad falsa que viene a superar a la propia realidad, por eso hablan de un aumento de estas noticias falsas. Por un lado, se sostiene, o ellos tienen la predicción de, que en el año 2022 la mayoría de las personas de los países desarrollados van a consumir mayor información falsa que verdadera. Esto tiene que ver con una tendencia en la que se veía una mayor cantidad de noticias falsas en circulación, con lo cual esto alerta a distintos tipos de organizaciones, porque las noticias falsas o, como nosotros decimos, las piezas de desinformación no afectan solo a los medios. Esto también se puede ver con empresas y compañías, referentes o personalidades de diferentes ámbitos, en el plano de la política, de la cultura, que se ven afectadas o comprometidas con este tipo de piezas.
¿Qué podemos hacer para detener la desinformación? Lo primero es entender que esto no es algo que exista solo en lo discursivo, sino vemos que también la desinformación tiene efecto y consecuencias reales, y con esto me refiero a que podamos reflexionar que con mala información los ciudadanos, las personas, todos nosotros, podemos tomar malas decisiones si no tenemos la información acertada. Estamos hablando desde el contexto electoral, de cuáles son las plataformas, sus referentes, sus propuestas de gobierno, y a partir de la información que tenemos nosotros seleccionamos y elegimos a quien dar el voto. Si ya sea que no accedemos a la información o la información que tenemos es falsa, vamos a tomar decisiones que vayan en contra de nuestros verdaderos deseos o voluntades.
Si esto lo vinculamos o analizamos desde la salud, lo que podemos también ver es que, si no tenemos información certera, confiable, sobre cuáles son los métodos para poder proteger nuestra salud, en este caso podemos hablar de medidas de prevención contra el coronavirus, lo que vamos a hacer es llevar adelante acciones que tiendan a perjudicarnos, que en vez de cuidarnos, como esa información es falsa, inexacta o engañosa, lo que estaremos haciendo es no tomar decisiones sobre información que sea confiable.
Vemos el caso en Estados Unidos de personas que salieron a consumir sustancias como la lavandina para poder prevenir al organismo frente al virus. Y uno dice ¿cómo no se dio cuenta de que era una locura tomar lavandina? ¿Cómo nadie pensó que hacer gárgara con agua y un poquito de limón, sal o lo que fuese no iba a cuidar la salud contra el virus? Bueno, lo que pasa es que muchas veces esas decisiones se toman por información que no fue confiable, información falsa. Si a vos te llega la información de que un médico te está dando la cura o distintas medidas para protegerte, uno confía en los médicos. Entonces aquí me parece importante resaltar una vez más que tenemos que acceder a información confiable. Porque hay, y sobre todo cuando pensamos en la infodemia, un montón de mitos, declaraciones sobre la salud o medidas de prevención que son falsas o engañosas, que no son como realmente se presentan. Porque también toman algo que puede ser real, pero lo relacionan con algún otro dato que es falso.
Entonces, no se trata solo de una cuestión de medidas, una cuestión teórica o de comunicación o discursiva. Vemos que la desinformación y el hecho de que ciudadanos y ciudadanas accedan a información falsa o inexacta puede llevar a que tomen decisiones erróneas y eso atente contra su salud.
Esto con respecto a la pandemia del coronavirus, pero también señalaste en tu charla sobre el impacto en los sistemas democráticos. Y se me viene a la cabeza el juicio en el que estuvo involucrado Facebook con la empresa británica Cambridge Analytica.
En primer lugar, Cambridge Analytica no fue acusada por desinformación. Lo que hizo fue obtener información de millones de usuarios de Facebook sin su permiso. Es decir, violaba las políticas de uso de la plataforma. Y con los datos que había obtenido había generado determinados anuncios políticos que estaban dirigidos a favorecer la campaña presidencial de Donald Trump. Es decir, lo que primero violan son las políticas de uso de la plataforma. Después podemos analizar cómo eran los contenidos o distintos anuncios que se generaban para favorecer la campaña de Trump.
Me parece que es interesante el caso de Cambridge porque lo que se ve es la gran cantidad de información que los usuarios dejamos sobre estas plataformas mediante lo cual esta consultora lo que hizo fue generar perfiles a partir de la información, y a parir de esos datos clave, de esos “insight” como se les llama, generaron anuncios personalizados, en este caso, con fines políticos. Si mal no recuerdo estamos hablando de 50 millones de perfiles y esto es increíble, veamos la magnitud que puede causar esto. Se pone de relevancia esta falta de transparencia que hubo en el uso de datos sin consentimiento de los usuarios.
Y no era la primera vez que Facebook recibía ciertos llamados de atención sobre las condiciones de uso y la privacidad en la plataforma. Años anteriores, en 2014, había salido un estudio que mostraba que la red social tomó perfiles y sin avisar a los usuarios había analizado el comportamiento de ellos generando cambios en el algoritmo que selecciona las noticias del muro para que algunos vean noticias positivas y otros vean noticias negativas. Esto que para ellos era llevar adelante operaciones internas o de investigación para las mejoras en su servicio en realidad lo que estaban haciendo era usar a los usuarios de conejillos de indias. Estaban haciendo pruebas que modificando el algoritmo para ver cómo reaccionaban. Esto, a mí, me parece terrible. En 2014 se dio a conocer porque uno de los investigadores había publicado la información en una revista y alguien después al tiempo dio con ese reporte y alerto diciendo: “A ver, usuarios de Facebook, ¿sabíamos que esto se podía hacer con nosotros? ¿Han experimentado con nosotros?”. Si pensamos en Cambridge Analytica, esto explota porque uno de sus empleados fue a denunciar lo que se estaba haciendo. Entonces, ¿cuántas cuestiones como estas han sucedido en donde se tomó información de los usuarios con determinados fines? Si nosotros brindamos información o estimulamos a determinada cantidad de personas mediante lo que ven u observan en su perfil de noticias modificando el algoritmo ahí también podemos ver que estas personas se encuentran bajo un filtro o una burbuja social donde ven y observan determinado contenido y a partir de eso es probable que tomen determinadas decisiones.
Tampoco que quede que por ver un anuncio en Facebook ya uno piense como tal. No caigamos en una idea conductista. Pero es importante entender que si accedemos a información mediante las plataformas sociales o vemos que es uno de los canales donde se accede con mayor frecuencia en busca de contenidos e información, si esa información está modificada mediante algoritmos o distintos tipos de filtro debemos prever que no estamos accediendo al total de la información. Yo siempre le digo a mis alumnos, ¿no se dieron cuenta que hay gente que ya no ven en Facebook en redes sociales, pero siguen siendo amigos? Bueno, hay que problematizar nuestra participación en estas plataformas. También hay teóricos que proponen la desconexión, “salite de las redes sociales”. Yo tengo una postura más intermedia. Se que es el modo o el medio por el cual se dan las conversaciones sociales y por lo tanto tenemos que estar en esas conversaciones, pero también tenemos que entender cómo es la dinámica de estos juegos. Ahí es importante comenzar a ser mucho más crítico con estos nuevos medios de comunicación.
También comentaste sobre el estudio del MIT que concluye que las fakenews se viralizan por redes sociales con mayor rapidez que la información veraz. ¿Cómo se puede explicar esto? ¿Es el algoritmo? ¿Son los usuarios?
Tiene que ver con este contexto que decíamos de cómo la información es mucho más fácil de compartir, difundirla y amplificarla. Esa información parte de un estudio que se hizo en 2017, del Grupo de Investigadores de Iniciativa de Economía Digital del MIT. Lo que habían hecho era analizar gran cantidad de hilos de noticias en Twitter entre 2016 y 2017, y justamente lo que ellos encontraron fue que la información falsa se difunde mucho más rápido que la verdadera. Por distintos factores las noticias falsas en un 70 % tenían mayor tendencia a ser retuiteada que la verdadera. Nosotros nos preguntamos ¿por qué la noticia falsa funciona? Y algo de esto yo lo señalé en la charla, a grandes rasgos, por supuesto. Lo que encontramos es que este tipo de información viene para llamar nuestra información, tiene determinados anzuelos que buscan captar la atención del usuario, son mucho más llamativos, apelan a la emoción, a la emotividad. Pensalo vos como usuario, ¿cuándo sos más propenso a compartir una información? Lo más probable es que sea información con la cual vos coincidís. Y acá comienzan a tomar relevancia los sesgos. Es decir, nosotros vemos que los usuarios tienden a compartir esa información con la que coinciden o que les cause indignación, porque es opuesta a sus marcos ideológicos. Yo no me especializo en psicología de la desinformación, pero en rasgos generales vemos que es una cuestión que apunta a llamar a la emotividad.
Proyecto Desconfío está estudiando cómo los adultos mayores acceden a contenido informativo en la plataforma de WhatsApp. Según Princeton son los más propensos a difundir información engañosa. Ahora un nuevo estudio de Harvard señala que son los jóvenes de 18 a 24 años. ¿Cuáles son los factores que determinan este comportamiento según el rango etario?
El estudio de Princeton estuvo enfocado a cuestiones políticas y ya tiene más de tres años. En el caso de Harvard es un estudio que salió ahora en septiembre que lo que hace es tomar información referida al covid-19. Digo esto porque no es matemática. En el caso de este último estudio lo que se encontró fue que los jóvenes entre 18 y 24 años eran más propensos a caer en contenido falso sobre el coronavirus, su origen y las formas de prevención. No sabría decirte si esto lo cambiamos a lo político se mantendría o cambiaría. Son dos estudios diferentes, y tantos otros, pero me parece más importante notar que todos los grupos etarios son plausibles de caer frente a la mentira.
A nosotros nos interés trabajar con los adultos mayores para ver si efectivamente estos no tienen estrategias, porque no nacieron con la tecnología, entonces no saben moverse bien por este tipo de plataformas. Me parece también que hay ciertos mitos o cuestiones a trabajar vinculadas a la tecnología. Porque si bien vemos que los jóvenes que están todo el tiempo en el uso de las plataformas ¿cuánto sabemos de cómo ellos acceden a las noticias, y si saben o tienen distintas herramientas para poder verificar lo que leen? Por usar Facebook, saber postear o estar todo el tiempo en las redes no quiere decir que sepan verificar el contenido que está en él. Este es un poco el desafío de trabajar con el conjunto de la sociedad.
Vos hablaste de distintas formas de desinformación.
Nosotros tomamos una tipología que desarrolló la organización internacional First Draft que lo que hace es identificar tipos de desinformación y mala información. Acá vemos, por ejemplo, parodia o sátira, contenidos descontextualizados, fabricados, manipulados. No siempre es un contenido que es falso 100 % sino también un contenido que busca causar gracia y llegó a malas interpretaciones o, como tenemos bastante, una información que ha sido descontextualizada. Y dentro del periodismo tenemos un montón de casos. Desde fotografías sobre desastres naturales que son reales, pero ocurren en otra parte del mundo. No es información falsa, sino que está descontextualizada ya sea en tiempo o espacio, que no corresponde a ese momento o al lugar que dice ser. Ahí los periodistas tenemos que empezar a agudizar la mirada. No se trata solamente de decir “sí, es una inundación”. Tenemos que preguntarnos qué elementos del video podemos identificar para saber que estamos hablando del mismo caso, con quién puedo chequear esta información, de donde salió este video, quién lo envía. Ahí se vuelve más complejo. Antes alguien llamaba a la redacción y el periodista iba al lugar y constataba los hechos. Ahora es probable que te llegue la información, las fotos y el video directamente a tu Whatsapp. Vemos que cambiaron los modos de informar o producir los contenidos informativos.
¿Cuál es el desafío que tenemos por delante los comunicadores, especialmente los periodistas digitales, para hacer frente ante este escenario? ¿Hay una receta? ¿Qué medidas debemos tomar en las salas de redacción?
El primer paso es capacitarse. Es decir, conocer el fenómeno, entender a qué se refiere la desinformación y ver qué tipos de herramientas tecnológicas nos pueden ayudar en nuestra tarea. Pero también ver qué estrategias periodísticas podemos implementar, ya sea procesos de fact-checking o de periodismo de datos, que son dos campos que nosotros mencionábamos en el conversatorio del lunes, en los cuales pueden favorecer a mejorar la calidad de la información y todo lo que se genera en los medios. Es decir, mejor y mayor cantidad de piezas informativas. La capacitación viene acompañada siempre de entrenamiento. No basta con ir a un curso y saber que existen determinadas herramientas, sino es el desafío de poner en práctica esas herramientas. A todos nos encantaría tener una sala de redacción inmensa y contar con mucho personal, con periodistas especializados en verificación de datos y que manejen todas estas cuestiones…
Claro, como un departamento de fact-checking.
Claro, exacto. Me encantaría que sucediera, que en cada redacción haya un área dedicada a la desinformación, al fact-checking. Pero esto no sucede, no pasa. Y lo que podemos hacer es que cada periodista se detenga y preste mayor atención en la elaboración de sus artículos buscando fuentes confiables y que pueda construir la nota de un modo donde la información que se presente esté bien contrastada, verificada, el cómo los periodistas accedemos a la información. Yo creo que una de las grandes cuestiones a desarrollar es cómo nosotros hacemos para buscar en línea y acceder a información confiable. ¿Cómo se si esta fuente es realmente confiable o no? Creo que ahí está el trabajo periodístico y esto no lo puede hacer una máquina o un bot. Ahí está la experiencia, la expertise, el conocimiento que tiene un periodista sobre un caso, alguien trabajando sobre una temática, qué trabajos ha hecho previamente, qué información le ha dado una fuente con anterioridad.
Hay distintas cuestiones, pero más allá de este equipo de periodismo de datos o de fact-checking, está el mejorar la práctica, su qué hacer, incorporando algunos de estos elementos. Y con esto quiero decir también que hay muchos periodistas comprometidos que trabajan no al ritmo de los clics o al intento de llegada. Hay periodistas que cuando les llega el dato realmente se detienen para chequearlo antes de compartirlo, porque si no pareciera que los periodistas no estuviesen haciendo nada bien. Hay de todos los casos y para todos los gustos, pero me parece que hay aquellos que sí lo hacen, que es estar más atentos frente a la información que circula, en cómo se va dando. Y para los que están iniciando en esta tarea del periodismo sepan que el periodista digital se enfrenta a estos desafíos, que no es la forma de producir el artículo o la pieza informativa igual que hace treinta años, porque vemos claramente que el escenario cambió, se modificó, y esto también influye e impacta en la práctica periodística. Entonces daría a entender cuáles son los desafíos que hay por delante y cuáles son esos saberes o herramientas que hoy pueden potenciar su tarea en la redacción.
En la charla hablaste de volver a las reglas de oro del periodismo.
Sí, esto tiene que ver con esto que se enseña en las universidades o aquellos que lo han aprendido en el oficio, que tiene que ver con esto de no dar a conocer una información si antes no ha sido chequeada. Importantísimo. Si alguien te pasa un dato, bueno, antes de darlo a conocer tienes que ir a verificar y contrastar esa información y no apresurarse por dar a conocer la noticia sin que esto haya sido chequeado, con cuántas fuentes elaboramos nuestra nota. En general, cuando los docentes trabajamos con los periodistas les preguntamos “¿cuáles son todas las voces de autoridad o de referencia sobre este tema?”, para en algún punto asegurarnos de no replicar ciertos discursos, no reproducirlos sino de analizarlos y llamarlos para nuestro artículo. Lo que queremos es periodistas con una mirada crítica.
También hablaste de las alianzas, como #Verificado en México y Reverso acá en Argentina.
Sí. A lo que hacía mención es que por suerte hay diferentes sitios de fact-checking o alianzas que se han generado para verificar información en determinado contexto. Nosotros acá tenemos la experiencia que llevó adelante el grupo Reverso, una alianza de más de 120 medios digitales de la Argentina junto al sitio de fact-checking Chequeado, que lo que buscaba era dar cuenta de las piezas de desinformación, cuidar y mejorar todo lo que se refería al contexto de la campaña presidencial de 2019. El sitio sigue online y ahí se pueden ver los tipos de materiales que se fueron generando. Está explicada la metodología que usaban y cómo se trabajaba en las diferentes redacciones. Me parece que es una buena muestra de que es posible llevar adelante este tipo de proyectos y piezas de noticias.
Formas de desinformación
• La información no siempre es totalmente falsa. En general, la información real se mezcla con falsa.
• La forma más frecuente de desinformar es modificando la fecha o el lugar del evento.
• La falta de contexto es uno de los métodos más utilizados en sistemas como WhatsApp. Por lo general, no existe una fuente ni un origen de la información compartida.
• El componente emocional es un elemento básico en muchas campañas de desinformación. Juegan con las emociones de los usuarios para tentarlos a compartir la información a medida que ocurre, como ocurre con secuestros, desapariciones o accidentes.
• El uso de tecnología para modificar imágenes y videos está aumentando. Las falsificaciones profundas, una técnica para modificar el rostro de un hablante y reemplazarlo por el de alguna figura conocida, ya existe.
Más información en www.desconfio.org.