Cuando llegaron los primeros casos de COVID-19 a América Latina, los chequeadores de datos de la región ya sabían que los países no iban a enfrentarse solamente a una enfermedad de la que ya hay centenares de miles de casos en todo el mundo. Con los ejemplos de China, Europa y Estados Unidos como antecedentes, anticiparon que, junto con el coronavirus, llegaría otra preocupación viral: publicaciones falsas o malintencionadas.
La Organización Mundial de la Salud se refirió a este fenómeno como una “infodemia”, una pandemia en la que lo que se difunde no es una enfermedad, sino las noticias falsas o maliciosas que aumentan el pánico y la angustia en las redes sociales.
Ante esta situación, la red Latam Chequea, creada en 2014 para reunir a las organizaciones de la región que se dedican a la verificación de datos, puso manos a la obra en forma colaborativa. Liderados por la organización argentina Chequeado, pionera en el chequeo de información en América Latina, los distintos medios comparten contenido, prácticas y desafíos para llevar rápidamente la mejor información a sus audiencias.
Dicha organización pudo identificar cuatro tipos de desinformación en redes sociales y otras plataformas digitales, categorías que pueden ayudar a los periodistas a encarar el chequeo de estos contenidos. Estas clases de publicaciones falsas no son propias de la región, sino que coinciden con las que aparecieron en Europa y en Estados Unidos durante la expansión de la enfermedad.
1. Teorías conspirativas sobre el origen:
En este punto aparecen desde los mensajes que afirman que el virus fue creado en un laboratorio en Wuhan, China, hasta los que aseguran que fue un acto de espionaje de dos científicos chinos en Canadá. Ninguna de estas teorías tiene sustento. “No hay evidencia que respalde que haya sido creado por los humanos”, remarcó Zommer.
2. Formas de contagio y expansión del virus:
Malas interpretaciones de estudios científicos llevaron a decir que el virus sobrevive en el aire y podría contraerse al abrir una ventana o que se contagia mediante la piel. Zommer recordó que la evidencia hasta hoy marca que no es así. “Es importante que cuando reportemos estas cuestiones dejemos de lado las afirmaciones categóricas y pongamos en perspectiva que la ciencia tiene procesos que, por la urgencia de la pandemia, está pasando por alto”, subrayó la directora de Chequeado. En ese sentido, hay estudios e investigaciones que no pasan por los pasos que normalmente tendrían, como la revisión de pares. “Los periodistas no podemos obviar esto”, agregó
3. Supuestas curas o tratamientos:
En este punto entran desde curas caseras casi inocentes como tomar agua con limón, hacer gárgaras con agua tibia o aspirar vapor para matar el virus, hasta las supuestas invenciones de vacunas o tratamientos. No hay, según la OMS, terapias efectivas probadas ni vacuna salvadora por el momento.
4. Falsas medidas o alcances distintos a los dispuestos por los gobiernos:
Falsos decretos de los gobiernos, comparación de la situación en los distintos países sin brindar el contexto y medidas sociales falsas que prometen bolsones de comida. Todas estas situaciones aparecieron en América Latina y entran dentro de esta cuarta categoría.
Por ejemplo, antes de que el gobierno de Argentina decretase el aislamiento social obligatorio, circuló un falso texto que generó caos al declararlo desde las 15:00 horas de ese día. En Colombia hubo mensajes que aseguraban que las personas iban a recibir un pago por quedarse en sus casas.
En algunos casos, las organizaciones comprobaron que estos mensajes solo buscaban robar datos de las personas.
Fuente: Aldana Valdes para IJNET ( Red Internacional de Periodistas)